Tal y como se puede ver en las entradas anteriores, el desarrollo infantil es una parte esencial para la formación integral del intelecto y de las capacidades físicas de los seres humanos. Pero, ¿en qué manera pueden los padres contribuir a éste proceso? El afecto y los cuidados básicos nunca deberán descuidarse, pero si a esto le añadimos el brindar al bebé herramientas y estímulos con los que puedan ejercitar su coordinación, su concentración y sus habilidades de aprendizaje, comenzará un proceso de desarrollo mucho más significativo. Una estrategia didáctica que se dedica principalmente a este tipo de estimulación es el Método Montessori.
María Montessori, de origen italiano y con estudios en medicina, pedagogía, psicología experimental y antropología, concibió el método con la idea de ayudar al niño a obtener un desarrollo integral, para lograr un máximo grado en sus capacidades intelectuales, físicas y sociales, trabajando sobre bases científicas en relación con el desarrollo físico y psíquico del niño. En el siguiente vídeo se explican los fundamentos que tienen los ejercicios Montessori:
"El primer año del bebé, es en el que estará realmente abierto a todas las posibilidades: sus mentes están abiertas a millones de conexiones. es importante saber que hay billones de dendritas que el niño recibe al nacer (las dendritas son los canales por los que ocurre la sinapsis). Mientras crece, comienza un proceso de "poda" cerebral, así que entre más se usen estos canales, menos desaparecerán. Por ello, los primeros años de vida del bebé son cruciales para crear una base sobre qué tipo de aprendiz será en un futuro, así como la clase de adulto. ¿Podrán ser independientes? ¿Se sentirán bien sobre sí mismos? ¿Podrán motivarse a si mismos? Es por esto, que la estrategia es tan importante en los primeros años de vida."
---Valaida Wise, Directora de la Henson Valley Montessori
Como se puede ver, los niños comienzan desde una edad temprana a desarrollar subestados de razonamiento con los que comienzan a percibir la relación que existe entre los objetos que hay en su entorno y ellos mismos. Esto da como resultado que comiencen a resolver de manera autónoma problemas con los que se encuentren, seleccionando entre diferentes opciones y, a través de la repetición, comprendiendo que sus actos tienen consecuencias. Al final, el máximo objetivo a alcanzar es que los niños tengan una mayor independencia y puedan dirigir su propia voluntad, al mismo tiempo que crea una imagen positiva de sí mismo y sobre sus capacidades ante los retos de la vida cotidiana. Ejemplo de ello, el siguiente vídeo que muestra a una pequeña de 2 años de edad, manejando herramientas sin mayor dificultad.
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